jueves, 28 de diciembre de 2017

Día 26. Nomad Witch

Mi amado me abandonó. Un día simplemente decidió irse de mi vida. Llegué a casa del trabajo y se había marchado, no explicó nada, no dejó nota. De hecho, al principio pensé que había tenido algún tipo de problema, pero no, su único problema es que fue un cobarde y no pudo darme la cara para decir que se había enamorado de otra…
Mi alma destrozada permaneció sin hacer mucho por varios días. Pedí algunos días por incapacidad. Lo bueno es que me veía tan mal que todos creyeron que estaba muy enferma.
Así, mientras terminaba un litro de helado y veía películas de horror; recordé las palabras de mi madre: “Cuando las cosas vayan mal, siempre puedes buscar a la bruja”. Era un recuerdo vago, y parecía como un cuento infantil, pero se me metió la idea de que una bruja podría ayudarme con mi situación. Mi madre había pasado por lo mismo, mi padre un día quiso huir con su secretaria, pero mi madre hizo un viaje de varios días y cuando volvió, al día siguiente mi padre volvió arrepentido y desde ese día fue el ejemplo perfecto de paternidad y de esposo. Tal vez si la buscaba yo también tendría algo así y dejaría de lado esta depresión.
No fue fácil tener que explicarle a mi mamá que mis vagos recuerdos me hablaban de una bruja, de haberla visto en persona, seguro habría perdido el color, pero luego de que le expliqué todo, me entendió perfectamente. Mi madre me dijo a dónde ir: a las montañas, al bosque, a los lagos, a los ríos. La bruja que buscaba era una errante.
Tomé mi equipaje para acampar y salí sin avisar a nadie.
Pasé días buscando entre los parajes, sin miedo de encontrar animales peligrosos u hombres peligrosos…
Un día desperté y había perdido toda la orientación, sentía frío y hambre. Lo único que sabía es que caminé por la noche sin rumbo fijo y cuando ya no pude más busqué un refugio y me metí en mi bolsa de dormir y no supe más. El día se distinguía a duras penas entre la bruma y las ramas de los árboles.
Fue ahí donde escuché el chirrido, un sonido metálico como si algo se arrastrara paso a paso. Seguí el sonido y casi me caigo del susto. Me encontré detrás de un ser que caminaba lentamente, tenía una enorme bolsa donde llevaba equipaje pero no se detenía. Sus cabellos eran como un escobillón, y su cara no se distinguía, porque estaba negra de suciedad. Jadeaba a cada paso, pero seguía firme y constante. La alcancé y aunque se giró un poco y creí distinguir una leve sonrisa a modo de saludo, no detuvo su paso.
Tuve que explicarle mi situación mientras caminaba a su lado. Al final me miró y sonó una voz hueca:
— ¿Lo quieres de vuelta entonces?
Pensé en todo lo que habíamos vivido juntos, los momentos de alegría, los planes y cómo dejó ir todo por otra mujer y cómo ni siquiera tuvo la cara para explicarme. Lo imaginé entrando al departamento, llorando y pidiendo perdón por sus faltas. Imaginé la decepción de aquella mujer al ver perdido al hombre que con tanto trabajo había robado. Pensé en la situación en la que había estado mi madre y qué habría pensado cuando vio a mi padre volver. Me dio asco.
— Los quiero muertos, a los dos… pero antes quiero que sufran mucho… — dije al fin con determinación.
La bruja se giró lentamente hacia mí y me miró unos instantes.
— Todo tu cabello… — dijo con su cavernosa voz
— Hecho — dije sin chistar.
En un instante mi cabello cayó, como desprendiéndose de mi cuero cabelludo. Cuando me di cuenta lo tenía todo en su mano y lo guardaba en su enorme bulto-maleta. Siguió caminando y dejé de caminar a su lado, solo la contemplé mientras se alejaba.

El cabello nuevo apenas comenzaba a crecer y la peluca había dejado de picarme demasiado cuando me enteré de aquella pareja que, celebrando algo en una cabaña lejana habían provocado un incendio dejando a ambos bastante heridos. La mujer casi desfigurada, el hombre no tanto, pero muy quemado.
Mi celular sonó esa misma semana. Era él. Algo decía sobre mi estado de ánimo y cosas más, además de mencionar que estaba en el hospital, piso tal, cuarto tal… no recuerdo todos los detalles.
— Imbécil — Dije en voz baja, mientras ponía el teléfono a un lado y seguía con mi trabajo.


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