La
lluvia había azotado al pueblo sin parar durante tres días. La noche se sentía
húmeda y fresca, las nubes se movían lentamente mientras se retiraban del
lugar. El rocío colgaba de las hojas de los árboles.
La casa
de las afueras del pueblo había permanecido cerrada todos esos días. Antes de
comenzar la lluvia, la bruja de la luna, llegó a casa de su hermana con la cara
más blanca que de costumbre y con las lágrimas escurriendo por sus mejillas.
Sabía que las nubes taparían la luna en sus crecientes. Sentía la tristeza y la
enfermedad venir y decidió ir con su hermana para que la cuidara.
Ella, al
contrario de la bruja del sol que, durante los eclipses se ponía de malas, y
dormía de más, debía permanecer en cama, completamente débil y temblorosa sin
poder levantar su cuerpo.
Pasados
aquellos días fríos. La chimenea de la casa seguía encendida y la bruja del
sol, que permanecía sentada cerca de la ventana mientras tejía se percató del
lejano sonido del aullido del lobo.
— Vaya,
uno de tus seguidores está llamando a la luna…
—
Todavía no me siento bien… — contestó mientras alzaba la sábana sobre su
cabeza.
— Pero,
las nubes comienzan a moverse… en cualquier momento tendremos un cielo
despejado, casi puedo ver la claridad…
—
¡Déjame!
— Ji ji
La bruja
del sol se levantó y se recargó del ventanal, pese a los días nublados, no
había perdido su fuerza o su energía. Escuchaba atentamente a los lobos que uno
a uno se unía en un canto especial. Pasada la media noche, el cielo se había
despejado y la luna llena brillaba en todo su esplendor. Su blancura le hacía
bien a la bruja del sol, después de todo la luz era parte de su poder. Ella que
se encontraba en la cocina haciendo té, sintió el poder de la luz y salió al
patio a bailar, contenta.
— La
luna ha salido al fin… — tarareaba una canción.
Recordó
que tal vez su hermana estaría mejor, así que alzando la vista hacia la ventana
del cuarto de invitados, esperaba encontrarla asomada. Pero no, la ventana
estaba abierta de par en par y las cortinas se agitaban por fuera en una danza
hecha por el viento.
— ¡Auuuuuhhhhhhh!
— Se escuchó el aullido de mujer y los lobos a lo lejos le respondieron.
— Esa
tonta, nunca se despide, ni agradece las atenciones… supongo que ya se siente
mejor. — decía mientras ponía las manos en las caderas, y miraba las copas de
los árboles iluminados por la luna. Los aullidos de la bruja provenían desde lo
más profundo del bosque. Lo más seguro es que se reuniera con el resto de lobos
y jugaran por toda la noche. — Nunca me acostumbro a estos días raros del mes…
Luego
mientras seguía contemplando la espesura del bosque agregó:
— ¡Al
menos los eclipses son menos frecuentes! ¡Boba!
Algunas
hermanas, definitivamente son muy raras...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario