¿El día en que naces define tu
ser?
No lo sé en realidad, pero parece
ser así…
La noche del 31 de Octubre de
aquel X año, mi madre colocaba una calaverita de azúcar en el altar cuando
sintió los dolores del parto. Para la madrugada del 1º. de Noviembre, mi ser
gritaba con toda su fuerza en aquella cama para recién nacidos.
Desde entonces, quedé marcado, o
no sé… Debe haber algo, me fascinan estas fechas, pero no sólo por las
celebraciones de México: es el mes de octubre, es el mes de noviembre, son las
cosechas, el otoño, el viento, Día de Muertos, el Halloween, el terror, todo.
Toda la mezcla cultural es
hermosa, las brujas y las calacas, los monstruos y los espantos, las golosinas y
los tamales, el segador de la mano con la catrina.
Me dediqué a dibujar desde la
infancia, casi siempre eran cementerios a crayola y casas encantadas. Hasta que
las clases de pintura dieron sus frutos y los cuerpos de las brujas podían ir
de lo hermoso a lo grotesco solo por mi gusto, las casas tenían perspectiva,
los altares tenían detalles minúsculos y
los cementerios eran realmente tenebrosos y viejos.
Luego, cuando por fin pude hacer
cosas por mi cuenta, salir y ver otros lugares; conocí los pueblos de mi
estado, más tarde los del resto del país.
La comida es de lo mejor, desde
lo dulce a lo salado, todo enamora desde el momento en que se mete por tu nariz,
todo emborracha ya con el puro olor: el incienso, las flores, la comida, el
licor de frutas. La magia de visitar los panteones por la noche, de comer en
las tumbas y brindar por la fiesta.
Nunca he sentido frío durante
estas fechas, pero es porque corro de un lado a otro: voy a obras de teatro, a
recorridos en lugares abandonados, pido dulces el 31 de octubre y rezo frente
al altar los 1º de noviembre, cantamos salmos, comemos en familia; luego el 2,
visitamos los panteones y prendemos las velas a los que se nos adelantaron,
para que no se pierdan en el camino.
Otra cosa que siempre he sentido
que me hace diferente, es que gracias a la coincidencia puedo verla cada año…
¡Ah!
Aquel ser que me miró desde el
día de mi nacimiento con sus cuencas negras y la sonrisa amplia, aquella que
veo cada festejo, dondequiera que vaya y me saluda con una inclinación de
cabeza. Es porque nos festejan el mismo día. Fiesta de los muertos y a la vez
mi fiesta, no soy envidioso, puedo compartirla. Y ella también la comparte
conmigo. Nos miramos, yo tengo que sonreír para que sepa que me da gusto verla.
Algún día me dará un gran abrazo y nos iremos a celebrar juntos, tal vez me
lleve a conocer otros lugares, al fin y al cabo la vida es corta y no me va a
dar tiempo de ver todo lo que quiero, en otros lugares, con otras tradiciones.
¿Soy raro?
Eso tampoco lo sé, pero cada año
me parezco a ella y durante esos días me visto de gala y no dejo de sonreír…
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